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10 de noviembre de 2008

Libros censurados por la Iglesia


En 1948 se publicó la última edición del Index Librorum Prohibitorum, la lista de publicaciones que la Iglesia Católica consideraba perniciosas para la fe. En 1966, durante el papado de Pablo VI, el Índice fue definitivamente, o eso parece, anulado o abolido. Puesto que esta bitácora tiene un pie, si no más, en la literatura, hagamos un breve recorrido por los nombres de escritores modernos que figuraron en el Índice hasta su abolición: Zola, Flaubert, Balzac, Victor Hugo, Anatole France, André Gide, Sartre... Parece que la inquina contra los frutos de la Ilustración durase hasta ahora mismo.

Pese a que el Index ya no existía, el Vaticano hizo públicas nuevas regulaciones, recogidas en dos artículos de Código de Derecho Canónico. Según uno de los artículos de este código, los fieles no pueden escribir “sin causa justa” en periódicos, folletos o revistas que “suelen atacar a la religión católica o las buenas costumbres”. Los ordenados deben pedir licencia para esto y para participar en emisiones de radio y de televisión, así como para publicar sobre cuestiones de religión o costumbres. Esto quiere decir que en el ámbito de la Iglesia Católica existe censura previa. Bien lo saben teólogos como Leonardo Boff, Gutiérrez Merino, Ignacio Ellacuría o, sin salir de España, Juan José Tamayo Abad, José María Vigil o José Antonio Pagola. Es como si todo lo que huela un poco a Teología de la Liberación se convirtiera en peligro para la fe y carne de anatema. Y es que arrimarse un poco a los oprimidos y escribir sobre ello no es comparable a los milagros de San José María Escrivá, por lo visto.



No hace mucho que la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe de la Conferencia Episcopal Española, es decir, la actual Inquisición, condenaba el libro Teología del Pluralismo Religioso (2005) de Vigil por ser un “instrumento especialmente dañino para la fe de los sencillos”. El pasado 18 de junio ocurrió otro tanto con Jesús. Aproximación histórica, de José Antonio Pagola. Como la Comisión reconoce indirectamente, su “Nota de clarificación”, curioso eufemismo, por cierto, de “censura”, fue motivada por el simple, o no tan simple, hecho de que el libro se había convertido en un best-seller desde su publicación en octubre de 2007 (cerca de 50.000 ejemplares), de modo que muchos lectores estaban confundidos “ante planteamientos y conclusiones no siempre compatibles con la imagen de Jesús que presentan los evangelios, y que ha sido custodiada y transmitida con fidelidad por la Iglesia desde la época apostólica”. Ya se sabe: es la Iglesia la que ofrece la verdadera imagen de Jesús. Quien de ella se aparte, será considerado “dañino” como el señor Pagola. Parece mentira que la Iglesia se atreva a hablar de fanatismo.



La “Nota” condice con la carta pastoral que Monseñor Fernández, obispo de Tarazona, publicó en la Navidad de 2007. El Obispo llegaba a calificar de “arriano” a Pagola por caer en la tentación de ver en Jesucristo sólo “un hombre excepcional”, y esto podía confundir a los pobrecitos fieles, “sobre todo a los más sencillos.”

A Pagola no le va a tocar una fatwa como a Rushdie, por mucho que algunos ultracatólicos le hayan cogido gusto a poner bombas. Por el momento, la nueva versión del libro, que tenía que haber salido en septiembre, espera en los almacenes de la editorial que el Vaticano le conceda el imprimatur. Es fácil que, entretanto, los que no ven manifestaciones de laicos rabiosos a la puerta de los templos saquen a pasear pancartas contra la revisión que el Gobierno pretende hacer de la Ley del Aborto, por ejemplo.

Dan ganas de salir corriendo a una buena librería y cometer el pecado venial de leer a Vigil o a Pagola antes de que se agoten los ejemplares. Y si nos excomulgan, pues eso que ganamos.

5 comentarios:

  1. Tal y como se apunta, pasa ahora y viene pasando desde hace siglos: ¿qué sería de la Iglesia tal y como la conocemos hoy día si no fuera por la censura y la desinformación?

    Es lógico por otra parte, pues poco más que esas personas "sencillas", tal y como las denominan, seguirían tras el rastro si no fuera por una ignorancia forzada o escogida.

    Luego hay otro tipo de seguidores, claro está, ya que las generalizaciones nunca son justas, aunque sean sus motivos pecuniarios o relacionados con el poder.

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  2. Cierto es lo que dices. Sin embargo, pasma pensar en eso de "la ignorancia forzada o escogida", pues es esa misma ignorancia la que mantiene también al sistema capitalista.

    Duele que después de dos mil años los "sencillos" necesiten las angarillas o anteojeras de una cúspide que no responde en puridad a lo evangélico por mucho que lo pretenda.

    Tendría que corregir un poco lo dicho sobre la Ilustración. El que la Iglesia se erija en intérprete única de la verdad es despotismo de la peor especie.

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  3. Y esa ignorancia, forzada o escogida, por denominarlo de alguna manera, es la misma que mantiene en pie otros tantos monstruos que minan nuestra sociedad.

    Es, además, una realidad que en caso de cambiar, lo hará muy lentamente. Somos muy cómodos y no hay nada mejor en estos tiempos que corren que buscar abrigo en las posturas neutras o mayoritarias, sin necesidad de darle tanto al coco. Tanta crisis, tanto pan, y tanto circo: ¿quién se para a pensar en estas cosas? Una minoría insuficiente.

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  4. Olvidaba algo. Si la Iglesia se sintiera sinceramente poseedora de una serie de respuestas únicas o verdaderas no debería de temer el que sus fieles investigaran en otras fuentes, si no más bien todo lo contrario.

    Y desde luego, cuesta creer que se esfuercen un mínimo por responder a esa puridad que se esperaría, ya que si internamente nunca lo han hecho, para un observador atento todo lo demás resulta engaño y demagogia barata.

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  5. Y la que liaron con "El Código Da Vinci"... Sinceramente, creo que apreciamos a la iglesia los dos por igual...

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