Leo en la estupenda web de Leo Bassi las cartas que el incombustible bufón ha dirigido a Ramón Luis Valcárcel, presidente de la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia, y a Pedro Alberto Cruz, sobrino de Valcárcel y Consejero de Cultura de la comunidad citada, con motivo de la prohibición de su Bassibus después de que fuera contratado para el festival Alter-Arte. Bassibus, espectáculo de calle que denuncia el urbanismo salvaje, iba realizarse, dentro del marco del festival, en fechas cercanas a las de la celebración del congreso regional del PP murciano.
Las cartas no tienen desperdicio, en especial la primera, de la cual me permito transcribir lo siguiente:
Ustedes se presentan como el partido de la eficacia y del crecimiento económico, sin embargo, sois incapaces de aceptar sin impedimentos el flujo de las ideas nuevas y de la crítica, ambas motor esencial de la innovación. Tal vez por eso en el único sector de la economía donde habéis sabido destacar es en el del ladrillo, actividad de escasa innovación tecnológica y reino del más antiguo sistema de organización humana: el caciquismo (...)
Y es que acabo de caer en que, legítimamente, yo soy más conservador que usted: en 168 años nadie de mi familia ha cobrado una subvención pública para ejercitar su actividad profesional, obviamente conscientes de que el dinero nunca es gratis y que nuestra independencia y libertad podrían peligrar si se aceptaba facilidad tal. Nuestro modo de financiación ha sido siempre muy directo cobrándole al público una entrada en la taquilla o, incluso, poniendo un sombrero en la acera y confiando en nuestra capacidad de contentar al cliente para que pagara. Evidentemente, en la vida hay que ser pragmático y si un rico mecenas decide contribuir con una cuantiosa propina para escuchar un chiste o ver un número de malabarismo, ¿para qué tener problemas de conciencia? Uno cumple y cobra: igual que lo que yo tenía previsto hacer con este joven príncipe que derrocha el patrimonio de los demás y que usted ha colocado en la consejería de cultura. Sin embargo, ya desde los tiempos de Giovanni Bassi, lo que estaba claro es que lo que estaba en venta era el espectáculo y no nuestra alma y que para nuestra libertad de expresión no había precio.
Ahí es nada. Y así es como hay que contestar a los retrógrados: con desparpajo, con acidez, a las claras y enseñando bien la cara desde la tribuna, desde el autobús o desde el escenario. Con la palabra como única arma. Porque cuando uno ve a un tío que, como este, ha sido amenazado de muerte y acosado por lo más rancio de la derecha y del catolicismo a causa de La Revelación, y sigue en la brecha, uno se quita el sombrero. Ni la bomba del Alfil ni la amenaza de bomba en Utrera han podido con Bassi.
Felizmente, Bassi estará con su autobús en Murcia y en fechas próximas al congreso del Partido Popular. Brindemos.
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