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26 de octubre de 2008

Carranque. Primera parte.


Me ha parecido conveniente cambiar de tercio y empezar la letra C con un relato. La historia de Carranque es ficticia, pero algunos de los hechos sucedieron. En estos tiempos en que la recuperación de la llamada memoria histórica tendría que ser algo completamente asumido, hay que seguir rompiendo lanzas por que se haga la luz. No me parece mala idea hacer un homenaje a aquellos que no aceptaron la derrota y plantaron cara a la dictadura de Franco hasta entrados los años cincuenta.




La noticia le había llegado a Carranque en su cueva de Fabero al rayar la mañana. Corro, el pastor, asomó su cabezota por entre el brezo que cubría la entrada:

-¡Han matado a Girón!

La vieja Star que estaba limpiando se le cayó a Carranque de las manos.

-¿Qué dices? Tú estás loco, Corro.

-Lo he visto con estos ojos pitañosos, Carranque. El hijoputa de Arricivita ha ordenado exponer el cuerpo en la plaza de Ponferrada. Ya lleva dos días ahí.

Aunque Carranque nunca estuvo de acuerdo con la Federación de Guerrillas, siempre había reconocido que Girón era “un tío con un par de pelotas”. El golpe no le impidió reaccionar:

-¿Quién ha sido?

-No se sabe. Hay quien dice que un tal Cañueto; pero no se sabe. Ha sido en la cueva...

-Un traidor, joder, un traidor... ¿Y el Asturiano y los demás dónde andaban, joder?

-Se fueron el mes pasado.

Carranque recogió la pistola y echó una rápida mirada al fondo de la cueva, donde escondía el juego de granadas. Después miró fijamente al pastor:

-Tengo que bajar...

-El que está loco eres tú –dijo Corro cabeceando.

-No he venido de Francia para estar cruzado de brazos. Y esto es un motivo más...

-No quiero saber a qué has venido, Carranque. Es un suicidio bajar ahora a Ponferrada. La guardia se ha doblado con varios números llegados de León. Espera un poco y busca un lugar más seguro que esta mierda... O, mejor, vuélvete a Francia, desaparece. Aquí ya no hay nada que hacer.

-Por mi madre que yo sí voy a hacer algo...

-Deja en paz a tu madre. Hazme caso.

Corro se disponía a salir cuando Carranque lo detuvo aferrándolo de un brazo:

-¿Cuáles son los pasos más seguros para bajar?

-Tú estás loco, Julián...

Hacía mucho tiempo que Carranque no oía en boca de otros su nombre de pila. Ni siquiera su hermana Manuela, a quien semanas atrás visitó en el sombrío prostíbulo de Teruel en que malvivía, lo había llamado así. Él no pudo tampoco sonreír a su Lolilla ni revolverle el pelo como hacía de niño. Había mucho hielo y demasiada hiel en la habitación, aunque fuera el mes de abril. Mientras preparaba café en la cueva, recordó las palabras de Manuela cuando le comunicó sus planes:

-No me importa, Carranque. No tiene ya sentido.



3 comentarios:

  1. Caramba, jefe. Esto sí que no me lo esperaba.

    Te felicito por la idea y esperaré a ver cómo terminas el relato.

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  2. "Paranoia" es una palabra que sí, realmente merece una sartén o dos... Y la espero impaciente...

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  3. Tendrás que esperar un poco, Gato. Hay que dar paso a "Carranque" y, entre otras cosas, queda una sartén pendiente.

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