Los ve deambular ajenos a todo lo que no sea la pantalla que luce en sus manos. Los ve, embrujados por su circe de bolsillo, arrellanados sin contemplaciones en asientos de autobuses o trenes, atentos solo al sortilegio que los acerca, durante un rato, a la condición del puerco. Atrapados en la latencia entre recados efímeros que convierten en peripecias de una odisea inane.
Los avisos de los mensajeros olímpicos se pierden en el viento.
Un placer leerte Juan Carlos!!
ResponderEliminarUn fuerte abrazo!
Lau.
Gracias a ti, Lau, por acordarte de este perezoso escribidor.
EliminarNunca te olvido! Ni a vos ni a tus letras!!
ResponderEliminarOtro abrazo!!