Piedra filosofal

Dan ganas de subir para atrapar un poco de esa chispa de entusiasmo. Y sorber los carteles menesterosos, las camisetas amarillas y los aromas de mayo como si fueran un raro elixir, una lasca imposible de piedra filosofal.

A lo más alto de la carpa, donde los aplausos hacen eco y las últimas notas de la arenga, las cabales y las confusas, se adormecen, bálsamo de sueños y trabajo feliz.

Al borde del tablado y, desde allí, levitar imaginariamente, para decirles, para deciros: qué bien suena el corazón acompasándose con esas notas, las confusas y las cabales. Cuán mías siento estas manos convertidas, de pronto, en un tambor de grito más.

Dan ganas de subir al borde de lo más alto, donde ahora os veo, para deciros que son vuestro aliento y vuestras palabras lo que quiero ahora; que son vuestros perroflautas y vuestros carros de bebé de mayo los que merecen la pena.

Pues hoy no quiero ya otro circo ni otro escenario. No quiero otro barco fantasma aplastado por la popa, reventado el casco, hundida la proa hacia la nada de tanto grumete que se creyó almirante.

Una de vuestras consignas para una barca humilde donde quepa mi corazón. Unos churros mañaneros y la flauta del perroflauta para sujetar el trapecio. Un puñado de mentes camaradas para hacer la alquimia de la emoción sin impostura... La piedra filosofal: vosotros.

• Fuente de la imagen: Wikipedia. Dominio público.