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25 de diciembre de 2008

Oigo los aviones


Asómate a la ventana. A la luz de la bengala que ha caído en el patio, Papá Noel viste un mono naranja. San Nicolás se aferra a la escala y lanza un grito que alarma a la vecina. Es mejor, le digo, pasar una página arístegui sobre el asunto. Pero, ahora, el asunto es que toco asustado las paredes mi celda. La vecina me dice que todos vivimos en Guantánamo. Toco las rejas de mi libertad vigilada por prejuicios, cobardías y números y le digo a la vecina que no es posible, que este regüeldo a lechazo no tiene nada de carcelario. Que he besado a mamá hace un rato y he brindado con mis hermanos. Mírate, me dice, llevas puesto el pijama naranja. Verás al niño en la cuna. Me pregunto qué hago hablando en pijama con la vecina y me digo que no es posible. ¿Dónde está mi disfraz de Santa? La escala: no la veo; pero en la terraza de enfrente algo arde junto a los cristales. No es tiempo para el desánimo, me digo, hemos logrado salir adelante con fuerza de períodos más complejos. Es cierto, asegura la vecina, hay que tirar del carro. Besar, brindar, comer cordero, en fin, no es una tortura. Oye, me dice la vecina, la tortura empieza ahora, yo tampoco encuentro mi traje de Papá Noel. Oigo los aviones, pero no me parece posible esta noche. Escucha cómo retiemblan las paredes. Sí: parece que fuera a derrumbarse el edificio. Las rumbas, las sevillanas y los villancicos se suceden taconazo a taconazo. No son aviones, sino Juan y Rosa y buena parte de su familia. Y las panderetas y las zambombas moratinos, campana sobre campana. Una hora tras otra. San Nicolás sonríe antes de arrojarse al vacío. Tienes que llamar a la policía, esto es un escándalo. Los ayes y las palmas y la botella de anís percutida y los almireces. Se te ha puesto cara de terrorista y no encuentro el traje. No voy a subir en pijama, no es posible, para decirles a los niños de Juan y de Rosa que se pongan naranjas y se callen, por favor. Feliz Navidad, digo ante la puerta abierta. El rubito, bengala en mano, sale taconeando pasillo adentro y grita mamá, mira al visino, parece Papá Noel. Ayes y ayes y ayes. Llama a la policía, Juan. Felís Navidá, visino, qué pijama tan bonito. ¿Oyes los aviones? Oigo los aviones. Hay que tirar del carro.


3 comentarios:

  1. Vaya un texto tan concentrado, tan lleno de detalles. Hay que leerlo al menos un par de veces para que se no escapen los menos posibles.

    Si conforme lo leía se me ocurría que era un texto genial para ser leído en voz alta, jugando con la modulación de la voz, no pude menos que sonreirme al final, aunque no fuera ese el sentimiento que provocaba el texto, cuando "leí el acento" del visino.

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  2. Sinceramente, me ha hecho gracia... Y ese último guiño al discurso del rey... ¿Porque lo era no?

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  3. Vaya, por lo menos hace gracia.

    El del "visino" es uno de los tres críos de una pareja de gitanos que vive en mi comunidad.

    Los guiños son varios. Los que se refieren al discurso del tocayo empiezan con la frase: "No es tiempo para el desánimo".

    Veo el texto como una pesadilla de Navidad. De hecho, tuve que descartar el título "Pesadilla de Nochebuena", por burtoniano, y el de "Sento le campane", por demasiado exótico, incluso frívolo. Es el título de una canción de Zucchero. Finalmente, quedaban dos: el escogido y "Navidad en Guantánamo".

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