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12 de septiembre de 2013

De paseo por Flandes

Esta vez el dedo se posó aleatoriamente en el globo y la yema tocó en Flandes. Allá nos fuimos, no para poner una pica, sino de paseo, con la ayuda de la buena red ferroviaria de que disfruta Bélgica y un tiempo envidiable por suave. Tomamos como base Bruselas y, desde allí, pudimos acercarnos unas horas a Gante, Brujas y Amberes. De esta manera, no se ha de esperar otra cosa en estas líneas que unas notas o impresiones de viaje a vuela tecla, escoradas a babor o a estribor por una subjetividad, no solo inevitable, sino, sobre todo, voluntaria.

Las cuatro ciudades citadas son ideales para pasear y están abiertas a un numeroso y multirracial abanico de visitantes dispuestos, o no, a sacar la conclusión, parcial o no, de que el belga es un pueblo muy aficionado a la cerveza, los mejillones en diversas salsas, las patatas fritas, los chocolates y las fachadas con piñón escalonado.

Los primeros pasos nos depararon la evidencia de la significativa cantidad de seres humanos que mendigan en la capital de la UE. Sino y condición de la economía de mercado, en la cual cada vez importa menos que la diferencia o, mejor, el abismo que separa a los más desfavorecidos y a los más ricos se haga patente sin tapujos. También, la homogeneización que puede observarse en ciertos hábitos y formas de vida, más allá de diferencias anecdóticas. Así, por ejemplo, pudimos constatar que el suntuoso marco nocturno de luces y sombras de la Grand Place sirve de decorado a un “botellón”, más o menos ordenado, que parece el prólogo necesario para que grupos de jovenzuelos sonrientes y ufanos hagan demostración de cómo interiorizan uno de los símbolos bruselenses, el “Manneken Pis”, antes de que se les ponga cara de moule o de croquette aux crevettes.

La Grand Place antes del botellón. 
Como quedarse en el tópico es empobrecedor y fiarse de primeras impresiones no es muy serio, hubimos de poner nuestros pies en marcha para encontrar otros puntos de vista, siquiera menos reductores. Así, por ejemplo, huyendo de cosas como el Atomium, e intrigados por una información incorrecta contenida en una guía, nos plantamos en Sainte Catherine a la busca de un monumento dedicado a Francisco Ferrer i Guardia. La iglesia estaba cerrada y el monumento, una estatua, se encuentra en una avenida cercana a la Universidad Libre de Bruselas desde 1984. El paseo por el Quai Aux Briques, en el costado izquierdo de la iglesia, un bulevar muy tranquilo con varios restaurantes cuya especialidad es el pescado (y los inevitables moules) que ocupa el lugar de los muelles del antiguo puerto de la ciudad, compensó el chasco. En cualquier caso, una ciudad que homenajea todos los años al librepensador asesinado en Montjuic merece todos mis respetos.

Camino del Mont des Arts. Museo de Instrumentos Musicales.
La oferta cultural en Bruselas es más que apreciable. Buena parte de ella se concentra en las proximidades del Mont des Arts. Sin embargo, si el cuerpo pide una dosis pequeña, no queda más remedio que escoger. De esta manera, nos conformamos con visitar el Centre Belge de la Bande Desinée (CBBD) y el Museo Magritte. El primero, ubicado en un edificio Art Nouveau de Victor Horta, ofrece a quien no se deje amedrentar por el idioma ni por el desorden de la colección un entretenido viaje a la infancia y más allá, en el que no todo es Hergé. Así, quien esto escribe pudo disfrutar poniéndole cara a la Bobette de Willy Vandersteen, el Brueghel del tebeo, según el creador de Tintín. En el segundo, sito en la Place Royale, se puede admirar una numerosa muestra de la producción del artista sin olvidar el contexto, pues hay buenas obras de otros surrealistas, como André Masson, Yves Tanguy, Max Ernst o Paul Delvaux. Después, uno puede mitigar la fatiga en el Parque de Bruselas y encontrarse con la agradable sorpresa de que está tomado por los carros, las caravanas, las tiendas, las carpas y los improvisados escenarios del Festival de Théâtres Nomades.

Haciendo de Bobette.


Viñeta satírica en el CBBD.
















El recorrido por Gante, Brujas y Amberes fue, poco o más o menos, una vueltecita. En Amberes, sin muchas ganas de curiosear por las tiendas de diamantes, nos acercamos a los alrededores de la Catedral y, cosas del capricho, nos abstuvimos de contemplar los cuadros de Rubens para deambular por la Grote Markt, ocupada, ay, por una feria gastronómica. La mano del gigante que está a punto de arrojar la estatua de Silvio Brabo no cayó sobre los mercaderes ni se hundió en el Escalda, por cuya orilla, cerca del Castillo de Steen, desde el que las fuerzas de Sancho Dávila salieron para saquear la ciudad, vimos pasar fugazmente las camisas blancas y las kipás negras de los chavales de una escuela rabínica montados en bicicleta.

Vista de la Grote Markt. Amberes-
Al pie de la fuente de Silvio Brabo.














No se puede negar el embrujo de Brujas, pero uno no acaba de entender cómo el casco histórico de Gante no es también Patrimonio de la Humanidad. Ambas son ciudades de canales, más pintorescos y variados, quizá, los de Brujas, y de similar riqueza arquitectónica.

Gante.
Gante.













Canal de Brujas. Al fondo, el Belfort.
Camiseta verde en Brujas.

















Hablando de arquitectura, más allá de la grandiosidad y el tipismo de los edificios históricos y, también, de la exhibición y derroche de cristales de los rascacielos de la Place Rogier y los alrededores de la Gare du Nord en Bruselas, el paseante puede toparse con curiosidades como el Cinéma Nova, en la Rue d’Arenberg (Bruselas), o este edificio de Gante:



Cinéma Nova. Bruselas.

¿Y la cerveza? Aunque nos gusta, nos bastó con las que tuvimos que ingerir, más fresquitas de lo que esperábamos, para acompañar las comidas, pues los precios de los vinos son casi prohibitivos y no nos apetecían las degustaciones en locales tipo Delirium o el acompañamiento de narguiles que había en muchos cafés. Puestos a elegir, llamó la atención de nuestro paladar una blanche de Brujas que nos sirvieron en un Brussels Grill.

En fin, si alguien lo preguntase, hemos de decir que nos gustó el paseo.

8 comentarios:

  1. Ójala hagas muchos más viajes y los describas con ese dominio del castellano. Un placer leerte y casi poder pisar las mismas piedras :-)
    Un libro de viajes así narrado sería un placer para los sentidos y para los que usen para descubrir las rutas desde otro punto de vista.
    Salu2

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    1. Muchas gracias Markos.

      Si algo se puede aportar al conocimiento de lugares tan accesibles es, precisamente, el propio punto de vista, siempre que este no se deje llevar en exceso por lo consabido. Unos pocos días no dan para dar una visión cabal de lugares con tanta historia; sin embargo, sí pueden alcanzar para dar una idea de cómo alguien ha visto esos lugares.

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  2. Fantástico paseo... ¡Envidia (sana)!

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    1. Es recomendable. Fue, a pesar de alguna tontería que casi nunca falta en un viaje, muy tranquilo.

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  3. Pues al final vas a conseguir que me llame la atención Bruselas, así da gusto, ciertamente. Ya tenía en cartera Brujas, pero Amberes y ahora Buselas las tendré en cuenta para el futuro... aunque todavía me queda mucha Francia por visitar, precisamente la parte más próxima a Bélgica.

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    1. Bruselas no está mal. Pero, antes que Amberes, yo visitaría Gante.

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  4. Dentro de un mes, más o menos, tengo previsto un viaje por Flandes. Así que, me va a venir muy bien.
    Gracias

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    1. Gracias, Javier.

      Lo único que se me ocurre recomendarte es que vayas a tu aire.

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